Este verano, participé en el "Life Design Summer Experience Practicum", un curso ofrecido por nuestro centro de orientación profesional para ayudar a los estudiantes que participan en una experiencia de verano aprobada. No se trataba de una clase típica, sino que estaba personalizada en función de nuestros planes individuales y de cómo se alineaban con nuestros objetivos profesionales. Yo ya había hecho un curso entre sesiones organizado por el Life Design Lab, así que me entusiasmó empezar este programa. Resultó ser un cambio radical para mí.
El curso, de ocho semanas de duración, fue una combinación de sesiones síncronas organizadas por educadores de Life Design y reflexiones individuales a través de tareas asíncronas. En nuestra primera reunión, empezamos con algunos ejercicios para romper el hielo en las salas de descanso y me di cuenta de lo diferente que era el verano de cada uno. Me enteré de las actividades únicas que la gente estaba haciendo, incluyendo prácticas, voluntariado, programas de observación clínica, ¡e incluso investigación en el extranjero en Singapur!
Durante nuestras clases, tratamos temas como la creación de hábitos, la creación de redes y cómo contar tu historia. Los debates fueron siempre muy animados, con salas de descanso que facilitaron la conexión con los demás y el intercambio de ideas. Una de mis actividades favoritas fue cuando los antiguos alumnos se unieron a nosotros para mantener "conversaciones curiosas", charlas abiertas con alguien con quien quizá no tengas nada en común, pero de quien puedes aprender. Al azar, acabé hablando con alguien que trabaja en un tema del que no sabía prácticamente nada (política de realidad aumentada), pero su viaje realmente resonó en mí. Trabajó en varios sectores y volvió a estudiar antes de encontrar su trabajo actual, que le encanta. Un consejo que me dio fue que todas las experiencias que tienes son importantes, tanto si te ayudan a descubrir lo que te gusta hacer como lo que no.
Teniendo esto en cuenta, completé una de nuestras actividades autoguiadas: crear un mapa autoetnográfico, que es como una línea de tiempo de tus experiencias vividas, habilidades y valores. Mientras pensaba qué momentos incluir que definieran quién soy, reflexioné sobre cómo se relacionaban con mis objetivos actuales. Con una imagen más clara de mis intereses y valores, decidí dar un salto y explorar la carrera de odontología. Es algo que siempre me ha interesado y confiaba en poder aplicar lo aprendido en el curso.
Puse en práctica las estrategias del módulo de pequeños hábitos para crear una rutina coherente en torno a mis objetivos. Empecé con pequeñas tareas, como buscar oportunidades durante 20 minutos cada vez que abría el portátil, y pronto estas acciones se convirtieron en algo natural. Utilicé el enfoque de las conversaciones sobre la curiosidad para ponerme en contacto con dentistas que me ofrecieran la oportunidad de hacer un seguimiento, lo que me permitió conocer mejor este campo que no había experimentado desde el punto de vista del paciente.
Al integrar estas herramientas de la clase en mi vida diaria, pude mantener la motivación y perseguir activamente mi interés por la odontología. En retrospectiva, el curso consistía en utilizar el pensamiento de diseño para averiguar cómo nuestros valores, hábitos y experiencias de verano se relacionan con nuestras futuras carreras. Al final, me sentía más en sintonía con mis objetivos profesionales y preparada para afrontar nuevos retos.