Por Devon

Allí estaba yo, colgando del precipicio, con los músculos temblorosos, los dedos doloridos y el sudor goteando sobre mi observador, seis metros más abajo. Se dio cuenta de que estaba luchando y me gritó palabras de ánimo, pero mi cabeza latía demasiado fuerte para distinguirlas. Durante el ascenso inicial, me sentí fuerte y confiado, aunque el intenso alcance de la ruta había empezado a aflojar mi control físico, así como mi control de la realidad. Llegué a la última agarradera, agotando hasta la última gota de energía, incapaz de pensar en volver a levantar el brazo. El muro se convirtió entonces en un imponente bloqueo mental. Sabía exactamente dónde debía poner la mano a continuación, pero seguía sin sentir que tenía los medios físicos para hacerlo. Grité y levanté la mano en un último intento de terminar la escalada. Sólo me sostenía con la punta de los dedos y con pura determinación, pero había llegado a la cima. Mi asegurador lo celebró y me bajó. Débil y agotado, apenas podía desengancharme del arnés; sin embargo, mentalmente nunca me había sentido más fuerte.

Es durante estas experiencias cuando el mundo se desvanece; todo lo que queda es la propia pared rocosa. Me convierto en uno con la pared, cautivado únicamente por la colocación de sus presas y la complejidad de su desafío. El tiempo deja de existir.

La escalada es para mí un segundo idioma. Crecí escalando los árboles más altos que podía encontrar, deseando el punto de vista más elevado. Como crecí en Florida, un estado uniformemente llano, mi ascenso se vio limitado. Por suerte, reavivé mi amor por la escalada en el instituto, y ahora no puedo imaginarme la vida sin ella. Mi pasión por la escalada se alimenta de la adrenalina que corre por mis venas.

Al principio, era un escalador impaciente que intentaba resolver la pared que tenía delante, tomando decisiones en fracciones de segundo. Sin embargo, esta estrategia me cansaba rápidamente al poco de empezar a escalar. Estaba claro que este método no me iba a servir; tenía que cambiar de mentalidad. Ahora, cuando me acerco a una pared, primero planteo el problema mentalmente y examino las presas con las manos. Como en una partida de ajedrez, trazo un intrincado plan de ataque. Si una pared me deja totalmente perplejo, hablo con otros escaladores profesionales para que me guíen hacia la mejor ruta. Cada vez que interactúo con escaladores mejores que yo, aprendo una nueva técnica y creo nuevos vínculos. Formar parte de la comunidad de escaladores me ha ayudado a desarrollar mis habilidades sociales.

Lo mejor de la escalada es que no hay una forma clara de escalar una pared, y que siempre hay un nuevo reto. Mis compañeros de escalada dicen que tomo las rutas menos ortodoxas cuando escalo, pero irónicamente son los caminos más naturales y cómodos para mí. Me pierdo en las paredes y escalo durante horas, ya que el tiempo se vuelve irrelevante. No pienso en nada más que en alcanzar la última presa y me olvido de todas mis preocupaciones. Incluso cuando mis amigos me ruegan que me vaya a casa por el cansancio, insisto en intentar otra ruta. No considero que haya escalado lo suficiente hasta que me palpitan los antebrazos y la piel de los dedos está en carne viva.

La paciencia, la colaboración y la determinación son necesarias a la hora de escalar un muro, como en cualquier campo de investigación. Ya no digo que no puedo hacer algo, sino que afronto los retos con la máxima confianza. Si un plan se queda corto, lo reevalúo y enfoco la pared desde otro ángulo. Me siento cómodo tomando decisiones, incluso cuando no sé cuál puede ser el resultado. Gracias a este deporte, que me ha cambiado la vida, no solo he fortalecido mi cuerpo, sino también mi mente, aprendiendo la belleza de la resolución de problemas.

Comentarios del Comité de Admisiones

Devon comienza su ensayo con una historia que muchos pueden contar: Luchar en una actividad difícil (la escalada en este caso), pero con la determinación de terminarla. A partir de esta experiencia, el autor explica cómo ha cambiado su estilo de aprendizaje en los últimos años. A través de su ensayo, nos hacemos una idea de la mentalidad de crecimiento de Devon y podemos imaginar que seguirá desarrollándose como estudiante e individuo una vez en nuestro campus.