Por Caroline j., '28
Unicornios, arco iris, rosa y purpurina.
Esos elementos eran comunes en mi vestuario, mientras hacía las maletas para ir a un campamento de dos semanas el verano después de sexto curso. La posibilidad de redefinirme en un nuevo entorno me llenaba de ilusión, pues soñaba con ser la chica única pero "popular" en lugar de la "empollona". Sin embargo, al llegar, ese sueño se hizo añicos cuando mis compañeras de campamento me miraron con un aire de condescendencia que no entendí. Perpleja, le pregunté a una de ellas qué me pasaba y me dijo: "Tu forma de vestir. Y que haces demasiadas preguntas". Aquel campamento de verano marcó el nacimiento de una batalla interna entre mi deseo de toda la vida de destacar y mi recién descubierto deseo de ser aceptada en la sociedad.
Al principio, mi deseo de encajar dominaba este conflicto. Rechacé todo lo que se pareciera a mi vestuario anterior y me rendí a los colores neutros y los vaqueros rotos. Sin embargo, los confines de la conformidad pronto resultaron demasiado angustiosos, así que mi yo ingenuo ideó un plan: sería mi yo "raro" y aceptaría que nunca encajaría.
Guiada por este marco, empecé a llevar ropa única de nuevo; lo más destacado de mi armario incluye varias faldas vintage fluidas, innumerables jerséis de abuelo comprados en tiendas de segunda mano y mi prenda favorita, una camiseta de tirantes morada con una estrella que yo misma tejí a ganchillo. Además, me corté y teñí el pelo largo, que antes era el ancla de mi feminidad y normalidad. A medida que la guerra en mi cabeza se desataba, el destacar empezó a prevalecer, alimentado por el inesperado empoderamiento que me proporcionaba.
Sin embargo, a pesar de abrazar la autenticidad, el malestar provocado por mi dilema seguía presente. Reflexionando sobre ello, me di cuenta de que la autoexpresión era como una vistosa tirita para mis inseguridades. Aunque presumía de originalidad y descaro, en el fondo lo que me faltaba era amor propio. No podía aceptar ser yo misma si no me quería y creía que merecía el amor de los demás. Combatir mis inseguridades empezó por darme cuenta de que destacar y encajar no son dos cosas mutuamente excluyentes. Todos necesitamos y merecemos una comunidad en la que encajar, no para conformarnos, sino para encontrar un lugar, igual que cada prenda única tiene su sitio perfecto en mi armario.
Para mí, estas comunidades surgieron de las personas y las pasiones con las que me comprometí. Introduje a los alumnos de secundaria en el alucinante mundo de la programación a través de mi proyecto Code to Create. Después de experimentar la emoción de profundizar en cuestiones del mundo real en el club de debate y Youth in Government, defendí mi voz en nuestro periódico estudiantil, el Noctiluca. Puse mi cara ante toda la escuela cofundando una serie de emisiones de vídeo, Spark Shorts, en la que presenté segmentos como Teach-It Tuesday (un segmento en el que cualquiera puede enseñar cualquier cosa), Spit It Out (un programa de juegos que fomenta la autenticidad) y Oblivious Oliver (un segmento basado en historias). En la orquesta estatal de honores, dirigí una página de memes que acumulaba likes y risas mientras triunfábamos juntos a través de la música. En el ámbito de la ciencia, una broma en una llamada nocturna con mis amigos se hizo realidad cuando fundamos el Quantum Astronomical Science Club, un club de ciencia con un nombre elegante.
Aunque estas iniciativas puedan parecer espontáneas y dispersas, en conjunto me han enseñado la alegría pura que desprenden el aprendizaje colaborativo y la creatividad. Expresiones de asombro cuando mis compañeros y yo aprendíamos juntos Física Cuántica, charlas de celebración tras la impresión de un número del periódico, puños bombeados de triunfo cuando el código de un estudiante se ejecutaba correctamente... esos momentos electrizantes son los que quiero vivir e impartir a los demás el resto de mi vida. Al final, mi batalla interna entre destacar y encajar no se resolvió con la victoria de uno de los bandos, sino con el compromiso. En mi afán por destacar, sin saberlo, había encontrado justo lo que necesitaba: una forma de destacar y encajar.
Comentarios del Comité de Admisiones
El ensayo de Caroline se centra en sus experiencias de desarrollo y aceptación de su identidad. Vemos cómo Caroline se enfrenta al reto de ser ella misma al tiempo que intenta encajar con sus compañeros. Tras reflexionar sobre la autenticidad y el amor propio, Caroline comprende mejor quiénes son y qué les importa. Esto les lleva a sumergirse en sus pasiones y encontrar varias comunidades con valores e intereses compartidos, desde la codificación y la radiodifusión hasta la física cuántica. Estas experiencias, nacidas de una comprensión más profunda de su identidad, aseguraron que Caroline pudiera tener el impacto más significativo en sí misma y en su instituto. A medida que construimos una clase de estudiantes en Hopkins, este ensayo nos ayuda a visualizar cómo Caroline podría comprometerse con los que les rodean para hacer un impacto en nuestra comunidad.