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Por Stella

La primera lección que aprendí como estudiante de piloto es que la izquierda y la derecha no existen. Tal vez conduciendo por una autopista o en un aparcamiento, izquierda y derecha sean lo bastante precisas para describir la ubicación y los movimientos de ciclistas, peatones y coches que circulan lentamente. ¿Pero a 36.000 pies de altura en un tubo de acero a casi 200 millas por hora? Izquierda y derecha no sirven.

Durante uno de mis primeros vuelos en un pequeño Cessna-182, mi instructor de vuelo me ordenó otear el horizonte en busca de aviones que se aproximaran. A mi derecha, vislumbré uno: otro Cessna con rayas granates, el reflejo del sol brillando en sus ventanillas. Haciendo un gesto vago a mis dos en punto, informé a mi instructor de vuelo: "Hay un avión a la derecha".

"No, a su derecha. Desde su posición, ¿en qué dirección te ve?" Desde su ángulo, yo estaba a su izquierda. En ese momento, me di cuenta de que la perspectiva y la precisión del lenguaje lo son todo. La radio sonó: "Cessna Uno-Ocho-Dos Sandra, rumbo norte al aeropuerto John Wayne. Cambio".

Navego utilizando las direcciones norte, este, sur y oeste de mi brújula porque el punto de vista de cada piloto difiere de los demás tanto vertical como horizontalmente, creando perspectivas opuestas. Mi derecha era la izquierda de ese piloto.

Al volar, empecé a considerar todos los puntos de vista, independientemente de mi perspectiva personal.

Tal vez fuera mi capacidad de otear el horizonte para comunicar una única historia, uniendo puntos de vista contrastados, lo que me atrajo hacia mi amor por el periodismo y el crisol de culturas diversas que era mi comunidad.

Para mí, el periodismo moderniza el antiguo poder de la narración, repleto de personajes imperfectos e intrincados conflictos de los que yo soy la narradora. Como redactora jefe del periódico de mi instituto, The Wildcat's Tale, me propongo compartir la perspectiva sin censura de todos los estudiantes y animar a mis grupos editoriales a hablar -y escuchar- a aquellos con los que no están de acuerdo. Al empezar cada edición del periódico con un debate socrático en mesa redonda, pido a los demás periodistas que busquen historias que respondan a las preguntas: ¿por qué ha ocurrido esto y adónde nos llevará?

Más allá de las perspectivas de mis compañeros de clase, empecé a escribir artículos para el Korea Daily y, más tarde, para Los Angeles Times High School Insider. Programo entrevistas con candidatos al ayuntamiento, votantes jóvenes y mayores, y alcaldes de mi ciudad, obteniendo citas y anécdotas para entretejer en mis escritos. Mis entrevistas con votantes demócratas y republicanos me han enseñado a informar minuciosamente sobre opiniones polarizantes y opuestas desde una perspectiva imparcial. Como periodista, me he dado cuenta de que no puedo presumir de las opiniones del lector, sino simplemente proporcionarle las herramientas necesarias para que formule sus propias conclusiones.

Sin embargo, las diferencias de perspectiva en mis artículos no se limitan únicamente a la política. He descubierto que, en mi comunidad suburbana, a la gente le encanta leer sobre la hospitalidad pueblerina de sus propios amigos y vecinos. Las tradiciones extravagantes, como nuestro payaso del carnaval del 4 de julio y el concurso de talentos de Acción de Gracias de la escuela primaria local, son tan importantes para mí como los titulares nacionales. Mis historias favoritas para publicar son las que se pegan con cinta adhesiva en las neveras, las que se enmarcan con orgullo en la cafetería familiar del centro o las que se pegan con alfileres en la pizarra de la clase de mi profesor. Descubrí que el tamaño de mi historia no importa, pero sí el impacto que deje en el lector.

En mi época de estudiante de pilotaje y periodista, llegué a amar estas historias, las que me mostraron que vivir la vida con anteojeras no sólo puede ser aburrido, sino peligroso. Ya fuera a 36.000 pies de altura o a ras de suelo, volando y escribiendo me di cuenta de que las historias más interesantes de la vida vienen directamente de las personas más diferentes a mí.

Comentarios del Comité de Admisiones

Stella comienza este ensayo hablando de su experiencia aprendiendo a volar. Esta anécdota, sin embargo, no trata tanto del acto en sí como de lo que la experiencia le enseñó en cuanto a perspectiva y puntos de vista. A continuación, relaciona estas enseñanzas con otro aspecto de su vida: su pasión por el periodismo. A medida que comparte más información sobre su enfoque y su impacto en el periodismo, deja claro que esas lecciones de volar están siempre presentes en su trabajo. Desde escuchar las ideas y los puntos de vista de los demás en la redacción del periódico hasta analizar las historias desde una perspectiva equilibrada y reflexiva, podemos aprender mucho sobre cómo aborda no sólo sus pasiones, sino también su comunidad. Este ensayo aporta algo al conjunto de la candidatura al compartir con nosotros algunas de sus nuevas pasiones y ampliar algunas de sus repercusiones, pero se centra principalmente en cómo ha sido capaz de aplicar las lecciones de una experiencia a otros aspectos de su vida. Al pensar en el tipo de miembro que Stella será en nuestra comunidad, este ensayo nos ayuda a comprender que será alguien dispuesta a escuchar, aprender, aplicar lo aprendido y dejar huella.

"Elegí escribir sobre mis dos aficiones favoritas, volar y escribir, porque sabía que podía escribir con la mayor sinceridad sobre lo que me gusta hacer. Este ensayo captó mi proceso de pensamiento y mi enfoque creativo de tareas y situaciones aparentemente cotidianas, que es algo que no se puede enumerar en un currículum. En lugar de escribir lo que supuse que impresionaría al equipo de admisiones de Hopkins, aprendí a centrarme en escribir una redacción que reflejara mi personalidad. Fue un reto, aunque gratificante, escribir con mi voz natural y conversacional sin dejar de ser profesional."

Stella Los Angeles, California