Por la fe

Oreos. Por fuera, una firme corteza de chocolate; sin embargo, al abrirlas, aguarda un cremoso centro blanco. Sin saberlo, detrás de una Oreo me esperaba un significado social que me dejó un mal sabor de boca.

Desde los ataques seductores y poderosos de una melodía de tango hasta la naturaleza alegre y animada de los éxitos de los 40 Principales, me encuentro dentro de una nueva historia con cada nota. La música de salón y el pop, aunque son estilos muy diferentes, han estado interconectados desde que era pequeña y escuchaba tanto "Discombobulate", de Hans Zimmer, como "Kiss You", de One Direction. En el instituto, cuando compartía mis gustos musicales con mis compañeros negros, recibía miradas confusas.

"Faith, eso es lo más blanco. Eres como una Oreo!", exclamó una amiga.

No reconocí la conexión entre dos productos aparentemente diferentes hasta que más tarde supe que una Oreo significa una persona negra que muestra características típicamente asociadas a los blancos, traicionando así sus raíces negras. Nunca consideré que la música de salón y el pop pertenecieran a una raza determinada, pero las implicaciones cargadas de negatividad de "traicionar" introdujeron nuevas sensaciones de culpabilidad. ¿Debía abrazar mis intereses musicales y enfrentarme a la alienación social de quienes comparten mi tono de piel? ¿O dejar de lado mi supuesto núcleo blanco y ajustarme a las expectativas de mujer afroamericana que se han depositado en mí?

No eliminé la música por completo de mi vida. Ser clarinetista en mi banda significaba estar expuesto a varios estilos musicales cada día. Durante mi primer año, decidí desafiarme a mí mismo y tocar un solo en el festival de solos y conjuntos del condado. La composición lírica n.º 6 era una pieza en la que podía tocar las notas, los ritmos y todo lo que aparecía en la página. Para mí, eso era todo lo que tenía que hacer, pero mi director de banda no pensaba lo mismo.

"Eres genial tocando la nota correcta en el momento adecuado. Pero, ¿dónde está tu interpretación? ¿Qué puedes aportar a esta pieza?".

A primera vista, todo lo que vi fueron medidas de tinta negra grabadas permanentemente en la hoja, resistentes al cambio. ¿Cómo puedo añadir algo a una composición tan definitiva? Luego, en un segundo vistazo, miré por debajo de los compases. Más allá de las notas, más allá de los ritmos, vi un espacio en blanco, inmaculado y esperando a que yo creara mi propia contribución. Una vez que me detuve y determiné lo que quería que alguien sintiera con esta composición, cogí el lápiz y escribí crescendos, decrescendos, marcas de respiración y otras marcas musicales que me pareció necesario incluir. No quería simplemente regurgitar la tinta negra, sino llevar al público a un viaje dinámico que alcanzara un precipicio culminante. Esto me permitió distinguir claramente entre estilo y estereotipo.

Ser categorizado como una Oreo fue chocante porque la definición documentada no podía borrarse sin más. La mayoría de los estereotipos nunca se borran del todo porque están profundamente arraigados en la forma en que la sociedad ve a determinadas razas. Aunque no puedo cambiar fácilmente la opinión de muchos, sí puedo cambiar la mía.

Soy mi propia creadora de música. Celebro los entresijos de la música de salón y canto un tema de One Direction como una orgullosa mujer negra. Ese es mi estilo. Esa es mi forma de expresarme. Si se permite, los estereotipos pueden convertirse en una bola de nieve hasta que me consuma por completo el deseo de convertirme en la mujer negra que la sociedad espera. Pero me niego a que me atenace porque yo decido mi definición de la experiencia negra. Mis intereses musicales no son una traición que me aísla de mis raíces, sino más bien un bello añadido que realza mi carácter en constante evolución. ¿Soy una Oreo? Sí, pero por mi propio diseño. El centro blanco cremoso no representa una traición, sino más bien un lienzo en blanco que espera pacientemente mi propia aportación. Con el lápiz en la mano, no dudaré en dejar mi huella.

Comentarios del Comité de Admisiones

Faith ofrece una sólida visión de sí misma, de su cultura y de sus intereses, entrelazándolos en una narración convincente. Se explora a sí misma dentro del contexto de las expectativas sociales, considera sus propios objetivos e intereses y, en última instancia, muestra un enfoque maduro a la hora de perseguir sus intereses. De este ensayo se desprende que Faith es una persona independiente y reflexiva, ambiciosa en sus intereses y abierta a la introspección.